Crear el hábito (II)

 los muñecos son rojos/ y tienen una cara con bigote/y unos ojos peligrosamente blancos.

Lecturas de verano. Cruz (2012)

 

Como no me interesa ser puntual ni constructivo, agarro el primer libro que tengo bajo la mesa y leo. “Balada del buen muñeco”, Oscar (Cruz). Premio Wolsan-CubaPoesía, 2012. Recuerdo otros poetas que ganaron ese premio, emergente, fugaz. Pero no viene al caso. Aniversario de Julián del Casal (150). Colección Sur Editores. Sí, debajo de la mesa es que guardo los libros que puedo, en algún momento, leer (o releer). En este caso, una relectura. Antes, en el 2013, cuando fue publicado. Los libros en Cuba demoran de 1 a 3 años en publicarse (o jamás salen). Una vez que son anunciados y rebasan todos las “metas” que se anteponen al libro. Es la estrategia antimarketing (en alemán: gegen die Förderung) por excelencia. Pero eso ya se sabe. Luego las puertas de papel, las promesas, los datos falsos, de nuevo las promesas. Conlleva una depresión que ya el buen muñeco hijo de un autor acostumbrado a las dilataciones del mundo editorial en Cuba sabe digerir. El sujeto (el núcleo) de este cuaderno parece ser un porfia’o (tentempié) que abundaban en las tiendas de juguetes y eran asignado por cupos a los infantes. El hecho de este muñeco con contrapeso, listo para erguirse sirve de motivo a las interpretaciones que indagan con despecho en la realidad. En el prólogo, Cerviño ancla a Oscar (Cruz) en una generación que no se atreve a mencionar (“iracundos jóvenes”), escapándole de sus manos todas las preguntas emergentes: ¿Quiénes son estos jóvenes? ¿Contra quién/qué sienten ira? Porque la ira es un sentimiento bastante elevado. El hecho es que se cumple 10 años desde que a Oscar (Cruz) otorgaron el Premio Wolsan-CubaPoesía. Es el Aniversario de Julián del Casal (160). Las capas de interpretación que sigue generando el buen muñeco siguen siendo las mismas. Quizá con un poco más de desesperación. Quizá con un poco más de molestia. Quizá (de alguno quedar en Cuba) estrecharle la mano a esos jóvenes y principalmente a su ira. Cerviño luego es mucho más imaginativo, habla de “poética casi irreverente” (no comment) y “una estética, en general, en la que se advierte el respeto por los llamados mayores de la poesía cubana, de otros lares sin concesiones a un cierto modus operandi de la contemporaneidad” (a ver si entendí: ¿los iracundos respetan el pasado irrespetando el presente?). Lo interesante de Cerviño es que logra confundirte tanto en solo dos páginas que cuando lees a Oscar (Cruz) no tienes mucho que dices. Salvo pensar en el hombre erguido a pesar de todo, no entender porque aun está en Cuba. Por lo demás es solo una huella de que en Cuba (no puedo hablar de otros lugares) existía o existe un sistema de premiaciones a la creación literaria (poesía) que, bien encontrándole la llave, puede (y pudo para algunos) funcionar como salario nominal. Por lo demás es un libro promedio, no muy ambicioso, y que practica al tiro al blanco con los límites (groseros) del vocabulario del lector. Es pobre. 

Zona 1, Alamar. Ahora nublado.

Comentarios